martes, 27 de mayo de 2008

Para mi tierra

Ya me has acallado, pequeña dulce tierra. Yo decaigo y me levanto sobre tus hombros de piedra, y tus bufandas plateadas y verdes abrigan mis ramas pequeñas, secas y quemadas. Yo me miro y miro al espejo brillante, que corre por tus venas y entrañas. Lavo mis raíces en tu sangre y mis hojas después crepitan su dulce frescura. Me alimento de tus ojos y de tus lágrimas, lágrimas desenfrenadas que recorren tu esencia sólida y desolada. Mis hojas son acariciadas con tu aliento a miel y a viento, y bailan con la batuta de la banda embelesada, que con sus cánticos altivos alimenta a sus caudillos, y los proyecta hacia el cielo, como la meta de las miradas perdidas y enajenadas.

Ya te siento silenciada, mi tierra agria y estirada, siento tus hormigas que marchan por tus caminos lanzando sus estribos a las caras de sus esclavistas. Sus cascos caen y yo los miro. No gritas con tu voz mi tierra. Han robadote el habla. Yo trato de hablar con tu voz y solo mis hermanos te escuchan, y me responden solo con sus hojas, que se mueven sonrientes al atardecer.

Ya los has acallado, tu voz ha gritado mi tierra, y ellos se han borrado en tu furia. Tus puños se han inyectado de tu ausencia, y ellos lloran en las penumbras por que ya no los miras y porque los has evitado. Yo te espero mi tierra para que nos reencontremos en el amanecer de todas sus dudas, y mientras tu te ausentas me guardare en tus huellas y en las dunas, para aclararte y aclararme.

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Por Liniers

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Alberto Montt