lunes, 30 de junio de 2008

Antropomoscas

Moscas con sus susurros molestos
vuelan sobre mi espalda
y trato de pensar
y los pensamientos huelen a mosca,
y a un susurro crepitante
de metralleta escritora de insultos voladores
que impactan en mi lapiz
y se estacionan en el papel.

Son antropomoscas
y son elocuciones inútiles
las que emanan de sus alas desplumadas
y de su esencia de parásito itinerante.

Ya vendrá el insecticida
que haga de su tiempo
un vuelo productivo
y no un encadenamiento
a eslabones del hambre.

sábado, 28 de junio de 2008

Las Campanas y los Susurros (escrito en el verano 2007-2008)

I


Oh , las campanas truenan,
truenan sonidos
blasfemados,
heridos,
golpeados por balas
disparadas
atentas, atestadas,
salidas del cambio
cambiadas por la niebla
dominadas por trenzas,
trenzas gruesas,
trenzas cósmicas,
que exclaman
exclamaciones
figurativas
de otras exclamaciones,
de otros objetos
que caían gravitatorios
a las puertas
que se abrían
y se cerraban,
y abrían,
y cerraban,
la entrada,
a otras entradas
que osaban entrar
al mundo claro,
al mundo oblicuo,
de rayos ostentosos
de tanta luz,
luz brillante,
intelectual,
inimaginable,
intangible,
corriendo por diferentes lugares,
por nubes,
que caen y golpean
con fuerza, con vigor,
con esperanza y rigor,
con disparos y granadas
las doradas campanas
que empiezan a cantar
desafinadas,
oxidadas,
de tanto golpe,
de tanto escarnio,
de tanto galope,
galope asesino
galope rápido,
aventurado en los bosques,
bosques de espinos,
espinados y venenosos,
sangrantes y violentos,
que hieren y hieren
y lento,
lento y compacto,
compacto pero con fuerza,
con fuerza vehemente,
con fuerza estranguladora,
de grandes gigantes
que pisotean las nubes
con sus plantas poderosas,
con sus dedos aplastantes
y sus uñas olorosas,
que al comer golpean
sus dulces meriendas
para ablandarlas
y así sus migas
caen con desidia
sobre los bronces resonantes
resonantes de tristeza,
resonantes de oscuridad,
resonantes de tinieblas,
tinieblas oscuras,
oscuras y tenebrosas,
que enervan las carnes
al punto de dejarlas caer
por ríos de sangre,
ríos frondosos,
ríos brillantes,
que se alzan
y se emancipan
de los corazones crueles
que gotean su veneno
como ácido sincero.

ácido y mortero,
mortero y genocidio,
huida y asilo,
asilo candoroso,
cálido y hermoso,
que refugian las campanas,
lejos del sufrimiento,
lejos de los bombardeos,
de recuerdos ácidos,
de recuerdos sangrientos,
de estucadas profundas,
profundísimas y difuntas;
difuntas,
pues su alegría
se ha separado de la vida

Aunque así no es siempre,
por ejemplo,
a veces, como ayer,
en el que las campanas
solían cantar
notas rubíes,
notas que escritas
parecían cuadros,
parecían luces,
parecían llantos
de emoción,
llantos iluminadores
creadores
de nuevas melodías,
que reparan a la campana
decaída y roñoza,
para levantarla
alegre y poderosa
como hoy día,
en el que un arrebato
levanto la bandera
de la guerra
a la oscuridad,
bandera de la libertad,
sobre la tierra
en la que se alza cantora,
la campana sonora
y bella.


II


Parecen escapar lentos
los susurros, como viento,
susurros fantásticos siento,
que vuelan de las bocas sin tiempo

Escapan sucios, con miedo
de las cerradas bocas con hierro,
hierro censurador, que yo no llevo,
por las pobladas calles en el suelo

En cada una de ellas
se ha plasmado aterrada,
la marca separada
de los sin techo y sin pan.

Quizás con pan,
pero pan fungoso
pan desechado por bocas llenas,
pan vomitado de los sacos con dinero.

Quizás pan momentaneo
que solo llega un dia al año
como la sonrisa a la tierra
de mis campos, la tierra desolada.

Solitaria mi tierra y mis campos
que parecen hablar con gritos
gritos desesperados, que parecen susurros,
susurros nublados, refractados.

Reflexionados por sus hojas
como un dulce lema,
por el que se da la lucha
la soleada lucha eterna.

Lucha al lado de los susurros,
en contra de los sucios timadores,
que nos han traicionado
y nos han flagelado
con látigos y piedras,
con esperanzas sempiternas.

Quizás levantemos con alevosía
nuestra bandera,
crepitante de susurros,
susurros completos,
susurros que son gritos,
susurros sangrientos,
gritos que son susurros,
pero que juntos forman rayos
que nacen de los árboles,
y derriban y queman las nubes,
nubes parasitas de nuestras tierrras,
nubes amantes de nuestras penas.

Penas, que son solo susurros,
susurros pequeños y débiles,
susurros, solo susurros,
que se pierden ignorantes,
por las calles inmundas
y esclavas del caminar mecánico
de las máquinas vivientes
que suelen susurrar cantos,
como flores violetas
que vuelan por el sol
y parecen estruendosos gritos,
poderosos bombardeos
de populares susurros
que llueven
desde los despejados mantos azules
con forma de gotas, copos
y granizos estridentes
sobre las grandes mansiones,
en las que se lamentan los grandes,
y lloran, y se arrepienten,
al ver la caida del mundo
en su propia puerta,
en la que muchos golpean
con sus dulces susurros
como disparos de armillas,
revolveres de escupos acuáticos y
pequeños ruegos empequeñecedores.

Y se presentan ante las grandes puertas
de los grandes dueños
que estan manchadas
de rojo sudor;
se presentan a sudar
los inocentes susurros,
que tienen el olor magnánimo de la leche,
leche campestre y vacuna,
y entran a las casonas
y son masticados
y son probados
hasta que se van
personificados
en amargas
pazas
arrugadas
y feas,
como tierra deshidratada,
como árbol viejo.


lunes, 23 de junio de 2008

La sinfonia del silencio

Cantan las palabras acrisoladas
en los manantiales
que llueven bajo las nubes de junio
y los temblores de mi estómago
ensimismado e inflado,
mago estoico que refunfuña
cuando no se lidiar con las meriendas,
me avisa de mi próxima huida.

Mis estomas respiran el alma
de las cadencias entonadas
por las voces que me detienen
y piden que cante,
y yo canto,
canto el gusto de aspirar
la libérrima sinfonía del silencio,
que me apabulla
y me deleita
con su sutileza
bajo el lindero
de la tranquilidad y el deseo
que las luciérnagas revuelven
cuando corren coquetas
bajo las penumbras
de las nubes del tintero.

Y yo la escucho
y es más que la sinfonía del cielo,
es mas,
su música luminaria
me llama
y yo a sus lazos de pisadas sigo
y se borran
y yo me detengo
y me encuentro a mi mismo
jugando a crear la sonata
de la utopía simbiótica
y vuelvo a enterrarme en el suelo
y a despertarme
de mi musical sueño.

viernes, 20 de junio de 2008

El sillón

Me sulfura, enerva,
destruye y atenta
contra mi puño altivo
la comodidad de sus tronos
que los atan para no pararse
a ver el alba de los esclavos
destruidos por la hiedra,
desde su ventana.

Se ve como se carcomen
sus ojos, sus vísceras, su boca
y los atraviesa la mala hierba
y por montones,
y los desdobla,
y los sube,
y los deja caer
y corren los borbotones
a destajo
y su sangre sabe
a hambre, a trabajo
y al sufrir que han mostrado eterno.

Y los otros de los sillones majestuosos
siguen escribiendo la indiferencia
en un locus amoenus
que esta más lejos que la lejanía;
son corazones llenos de apatía.

Y yo,
y el alba
y el patio,
somos una olla a presión,
la hiedra nos destruye,
y nos sulfuramos
por culpa de aquellos sillones acolchados,
pues si no fuese por esos pies encadenados,
más bocas cortarían la maleza con sus puños
y describirían sus terrenos,
despues de haber hecho una limpieza,
-hecho que añoro con entereza-
para calcar en sus ojos el mundo ameno.

domingo, 8 de junio de 2008

Credo del Ateo

Yo, como ateo, soy un depresivo y frustrado feliz, pues no digiero toda la verborrea inmisericorde de la obesidad de los monigotes conformistas y conciliadores que habitan en todas las cruci-ficciones dominicales y asesinatos de las conciencias desesperadas.

Yo estoy deprimido y estoy frustrado, pues veo que la elocuencia y benevolencia de sus frases y oraciones no hacen más que cavar las tumbas de nuestras cabezas para cubrirnos y no escuchar los gritos y no escuchar las lágrimas y los vómitos de nervio, y nos encarcelan en sus burbujas celestiales y en sus tronos utópicos llenos de diezmos que alimentan las mentiras de su cabeza.

Mi yo ateo, es un yo con sentido, pues sus lágrimas llueven en el mundo para libertarnos, para pintarnos de colores reales y terrenales e infinitos y superficiales, y también profundos, como el abismo galáctico que apresa a las mentes cegadas de su frustración y de sus problemas, que se desconectan de la tierra para flotar en la nube falaz de las ridiculeces máximas y de la tranquilidad narcótica de las infinitas cruces pegadas y colgadas que han de colgar sus cuellos a los cielos de las catedrales.

Mi sentido es la vida, la que toca, derrumba y mece nuestros pasos de tijera, que cortan los pulmones de la tierra y crean figuras con forma de eses tachadas verticalmente, que tachan al mundo, tachan la libertad, nos tachan, uno a uno, a medida que pasa un segundo por el empedrado en el que nos erigimos. Pero esperen, ya caerá el empedrado que nos sostiene y nos borraremos de los planes de la evolución dialéctica que se encuentran en los cuadernos dorados que redacta el tiempo.

A mi me dicen el supratachado, el ultradepresivo y el megafrustrado, mas no han visto las cruces que llueven sobre sus cabezas y sobre sus espaldas, y que cargan, cargando las caras de suicidio, las pistolas cargadas, los brazos cortados y las cabezas dislocadas.

Yo no confío en Dios, mas si en sus supuestas criaturas. Yo creo en el hombre y en sus creaciones. Creo en su facultad revolucionaria y modificadora, que puede hacer de una piedra una escultura altiva y un refugio magnánimo. Creo en su puño que labra y obra para hacer vida ,y en la unidad de cuerpos y corazones como la perfección única, la perfección indudable, como verdad absoluta, como cambio cualitativo de las conciencias y cuerpos a un estado supraconciente, suprapulsional, suprafálico, y suprasentimental.

Creo en los poderes humanos y su dualidad destructivo-creadora, en su Libertad, como base de la evolución dialéctica, como base sólida de que nuestras manos vuelen, caigan, luchen, construyan, demuelan, acaricien, y aprieten el gatillo para emanciparse de sus cadenas, de sus dioses tanto antropomórficos como metafísicos que reprimen y enjaulan las miradas, los amores, las marchas, y las misiones de los pájaros multicolores que quieren volar a la eternidad pre-mortem.

Finalmente, creo en mi, como ser frustrado que soy, como hombre, pero a la vez como ser armado de martillos y de fusiles, de hoces, de ideas y de voces forjadoras de proyectiles derrocadores de falacias. Por consiguiente creo en mi ateísmo como llave a las puertas desanimadas y pesimistas, para entrar a un mundo distinto, tangible, pragmático y terrenal que nos alimente de infraestructuras bondadosas, para crear así una magnasupraestructura llena de humanidad y de libertad y de amor y de verdad.


martes, 3 de junio de 2008

A la mujer de los caminos

¡Mírame mujer de los caminos!
con tus pasos cotidianos,
con tus brazos de roca
y con tu cálido nido.

¡Dame solo una mirada!

Mejor lánzala solidificada
a las jaulas empaladas
para reterner sus vestigios
de fertilidad alienada
por los dibujos sutiles
de los lugares amenos
y de los paraisos perdidos

¡Lánzame una mirada!

Tal vez podrías guardarla
para el que a tus ojos encantara
bajo tus labios de escarlata
y los claros de tu piel tersa y palida,
como los ojos de la tierra.

¡Mejor guárdala!

Mujer de los caminos,
mujer errante,
flor emancipada
de las urbes oscuras,
pantanos en pena,
pues tus haces libérrimos
de tu alma
calan profundo
en la caminata cotidiana.

domingo, 1 de junio de 2008

¿Magia?

¿Magia?
¿Qué es la magia
sino algo efimero
y antirreal?
¿Qué es sino
todo lejano,
todo muerto en el rellano
bajo el paraguas del peral?

¡Magia!
¡Te has volado,
te has evaporado,
cuando corría el sol
quemando con dolor las voces
y ahora nos han acallado!

Magia,
tal vez en tu regazo abrigaste
la predicción y el fenecer de la mañana
al caer en tus manos aplastantes
de alicate de papel.

Magia,
mis conjuros ya no funcionan
cuando trato de aclarar
el lodo de mi mirar
en tu seno,
cuando me conjuran
con veneno
bajo el camino al caminar
en la pampa del sueño
y en el desierto sureño
de mi verde soledad.

Por Liniers

Por Liniers

Alberto Montt