viernes, 30 de mayo de 2008

Lo mio

Mis manos se borran en la distancia
y el ansia de sumergirme
bajo los pasos de tus pechos de anís
me sumerge,
mas no en ellos,
sino en el pozo profundo
de los olvidos sempiternos
del universo

Mis ojos se degradan
en las pantallas
y se auto-engañan
y cometen felonía
contra conos y bastones
que esperan impacientes
retratar las lomas y praderas
y el puente y los bosques
con sus lanas enrolladas.

Mis poros están de pie
ante el recuerdo de las visitas,
que lo visitaron ayer
cuando el alba caía
sobre los corazones
que batallaban
bajo la sangre coagulada

Mi tacto se borra en la cercanía
de tus muslos desnudos de marfil
bajo la luna de los lamentos inocuos
que corren sobre las riberas,
heridas y demacradas,
al caer la tinta,
roja y sanguinolenta sobre mi.

martes, 27 de mayo de 2008

Para mi tierra

Ya me has acallado, pequeña dulce tierra. Yo decaigo y me levanto sobre tus hombros de piedra, y tus bufandas plateadas y verdes abrigan mis ramas pequeñas, secas y quemadas. Yo me miro y miro al espejo brillante, que corre por tus venas y entrañas. Lavo mis raíces en tu sangre y mis hojas después crepitan su dulce frescura. Me alimento de tus ojos y de tus lágrimas, lágrimas desenfrenadas que recorren tu esencia sólida y desolada. Mis hojas son acariciadas con tu aliento a miel y a viento, y bailan con la batuta de la banda embelesada, que con sus cánticos altivos alimenta a sus caudillos, y los proyecta hacia el cielo, como la meta de las miradas perdidas y enajenadas.

Ya te siento silenciada, mi tierra agria y estirada, siento tus hormigas que marchan por tus caminos lanzando sus estribos a las caras de sus esclavistas. Sus cascos caen y yo los miro. No gritas con tu voz mi tierra. Han robadote el habla. Yo trato de hablar con tu voz y solo mis hermanos te escuchan, y me responden solo con sus hojas, que se mueven sonrientes al atardecer.

Ya los has acallado, tu voz ha gritado mi tierra, y ellos se han borrado en tu furia. Tus puños se han inyectado de tu ausencia, y ellos lloran en las penumbras por que ya no los miras y porque los has evitado. Yo te espero mi tierra para que nos reencontremos en el amanecer de todas sus dudas, y mientras tu te ausentas me guardare en tus huellas y en las dunas, para aclararte y aclararme.

sábado, 24 de mayo de 2008

Mi amigo

Mi amigo liberrimo admira los dos astros
en el manto azul de los versos diáfanos
y su desazón parece haberse ido con la brisa
cuando en la tierra abundaba la risa
en las cosechas de las lluvias hechas trizas

Quiero que llueva todo el dia bermellón
sobre las cabezas de mi amigo medallón
y la mía, roedor de los andrajos de diario
de los anchos jinetes de los equinos heridos
que caminan a cuestas por caminos perdidos

Los astros gruesos, ambos heliotropos,
caducan mirando a su superior, y en ellos me arropo
bajo el negro manto de la negra desgracia
pero no me abrigan con su alma rancia
en el inhóspito campo de campeadores y lanzas.

Mi amigo admira a los lejos a Acracia
y mira atras con lamentos sin falacias
ni tampoco tercos arrepentimientos
pues el sendero se abre, no te miento,
cuando su fuerza arde en el tiempo

Yo simplemente existo ahora
y dejo que me sobrepase la hora
de los porvenires y los pasares
mientras estos no me lleven a bares
para repetir la amargura en pares.

Ojalá nos suban los humos
a la yemas, saliendo de los puros
que fumen los grandes enajenados
para que los locos helados
plasmen sus dedos en nuestras manos.

miércoles, 21 de mayo de 2008

Fragmento del amor

Quizás solo en ella te presentas,
¡Oh, alimento de mis días!
cuando solamente me rozas
o solamente me miras.

Quizás solo me encantas
o con tu voz me abrigas
cuando tus canciones cantas
en las rocas, en las piras.

Quizás nos envolvemos en tus brazos
y tus siervos gritan de locura Eros
al escuchar nuestros rojos pasos
en tus caminos de rojos tinteros.

Y quizás su contenido derramamos
en sus papeles llanos y blancos
y dibujamos de rozas ramos
cuando pisa la pasión con su taco.

domingo, 11 de mayo de 2008

Estoy esperando

Ya te estoy esperando sentado,
mi pequeña luciérnaga divagante,
en mis cosechas frondosas y belicosas
esperando y recordando tu luz fragante

...No me robes el recuerdo...

Ahora ya no estoy en mis cosechas,
estoy escondido en los recovecos
de las oscuras tierras derechas
rellenando con la espera los grandes huecos.

...Encuéntrame en la oscuridad...

Ahora insistente estoy esperando,
ansioso bajo los ojos de la tierra,
los tuyos para que sigan a los mios iluminando
pues esta caminata redundante me aterra.

...Ilumíname para iluminarte...

Solo el puño de la tierra me protege
de estas lluvias cruentas e irreverentes
que se cuelan por la fibra que la teje
consumiéndole la vida, y la mía, que a ella es inherente.

...Dame el armadura de las penas...

Veo tu silueta a lo lejos caminando
y ya descansa mi alma en mi sonrisa
a pesar de que en porciones te vas presentando
y no como en otras, que llegas de prisa.

...Quédate en la eternidad...

Me quedo ahora acariciando la pulcritud
de mi libertad, escritora del porvenir,
forjadora poderosa de mi actitud
y de los fuegos de mi vida martir.

...Edifica mi camino...

¡Sí, por favor!
¡No me robes el recuerdo!
¡Encuéntrame en la oscuridad!
¡Dame el armadura de las penas!
¡Quédate en la eternidad!
¡Edifica mi camino!
¡Y forja las espadas que
mis puños de tierra esgrimirán
cuando las guerras me llamen,
me llamen a matar!

miércoles, 7 de mayo de 2008

La verdad de la nada

La verdad es que te odio
con el más profundo amor
de mi alma

La verdad es que nada
pareciera ser cierto
cuando te guardo en mis bolsillos,
del odio caudillos,
cuando tu cara anochece
y mis puños se crispan
y golpéan mis pies
para no caminar a tí.

La verdad es que te odio
con toda mi alma
pues pareces ser
la reencarnación de mis enemigos
y a la vez la dulzura enajenada
de los brazos del hilo que separa
a lo que más amo
y a lo que más odio.

Te amo
con el odio de mi alma
cuando te entrego los latidos
fermentados en aquellas miradas,
y ¿por qué?, yo no sé.

Somos el prefacio del amor y el odio,
somos la tesis de la destrucción masiva,
a priori unión,
a posteriori no lo sé.

Somos correspondencia poco correspondida
somos amor poco amable
somos odio bastante odiable
y somos la nada.

Soy nada, eres nada
somos iguales, pero diferentes.
somos amor y no lo sé
somos algo, eso lo sé
pero ¿cómo?.

Somos la guerra de guerrillas,
somos un soneto y una lira,
somos amor y cuaderna vía.

Somos consonancia
somos asonancia,
somos arrogancia,
somos uno y mil,
soy tu, soy yo,
somos, eramos y seremos.

lunes, 5 de mayo de 2008

El día del Azufre

Hoy desperté caminando por la calle.

Sí, quizás suene extraño, pero no parece tan ilógico después de que un auto que pasa sobre una fosa de barro cumpla función de una alarma deletérea.

No desperté antes, pues ayer me acosté tarde por razones personales…mejor dicho por una mala apreciación personal. Fue culpa de una chica desordenada que de lejos parecía sensual. De cerca el tequila hizo su trabajo.

Como dije, fue un auto y un mal despertar, e irónicamente una grosería por parte del chofer del Mercedes que reemplazó mi ducha matinal por aquel dulce rocío. Su cara de estrés y prepotencia me recordó al señor Piñera, no sé por qué.

Y mi fito descansaba en mi casa luego de haberse averiado. Por lo mismo, con mi nuevo atuendo de lunares café, caminé a tomar mi Mercedes, mi lujo personal, que nunca puedo dármelo, pues requiere de mucha paciencia, mucha inversión de tiempo que no tengo ahora. Alcé mi mano para que este se detuviera en el paradero, después de haberlo esperado más de media hora. Con el mejor de mis ánimos subí escalón tras escalón, y con una mirada sutil el chofer me dijo – Buenos días caballero – y yo en mi interior grité - ¿¡¿¡¿¡BUENOS DÍAS, BUENOS DÍAS!?!?!? – y de mis ojos brotaron balas que rompieron bruscamente la expresión benevolente del chofer, al que, sin embargo, respondí con la cabeza gacha y con una mueca falsísima un buenos días, sólo por cortesía.

Sentado y pensativo empecé a enumerar que cosas me hacían falta, además del trabajo que el maldito de mi jefe me dijo que necesitaba lo antes posible - que poca importancia ya tiene -, y me di cuenta de que me hacía falta algo poco importante en ese momento: El poeta que más de alguna vez dijo sus rimas de rapero en tono ceremonioso en ese pequeño pasillo. Recuerdo perfectamente haberlo visto hace unos años insultando a una bella durmiente a la que denominó dulcemente “Claudia Schiffer de cartón”. Mi sonrisa se acrecentaba de sólo recordarlo. Pues me faltaban él y otros que ofrecían las últimas de las últimas ofertas, o simplemente algún trovador que tocaba sus canciones inaudibles al viento.

Ya estaba llegando, cuando vi hacia la entrada de la micro una abuela bastante elegante, hedionda a perfume francés y delicadamente pintarrajeada. Se sentó a mi lado, y sacó de su cartera “El Extranjero” de Camus, y lo comenzó a leer. Yo le pregunte si gustaba de la literatura existencialista. Ella con cara de autómata se puso de pie, indiferente, y se sentó en otro de esos demacrados muebles de cuero, al lado de la ventana, y se quedó mirando el paisaje. Pareció ser que gustaba en exceso del existencialismo y en especial de ese libro.

Extrañado, recordé que bajaba en dos cuadras más, entonces rayé el vidrio con mi dedo un “¡Límpiame!” que quedó estampado sobre el vapor, y bajé. Tropecé con un heladero y quedé más extrañado, pues hacía bastante frío, ayer había llovido.

Sí, recuerdo cada gota de la lluvia de ayer, que veía a través del vidrio contiguo a la puerta de entrada de aquel bar en el que me emborraché. Que bueno que recuerdo solamente eso.

De pequeño he gustado de la lluvia, el ambiente que forma, su textura, su sonido, su esencia melancólica, que absurdamente yo absorbo. Y ayer me tragué a esta última entera, acompañado de un exquisito tequila sunrise y aquella mujer, a la que relaté todas mis penas y experiencias de vida. Tiene que haber estado muy ebria para haber escuchado todo mi testamento depresivo, o quizás era una mujer comprensiva. En fin, ya poco importa.

Caminé apresurado hacia la puerta del edificio, donde debería estar trabajando ahora y subí corriendo hasta el tercer piso, a la oficina 35 si no me equivoco, y entré. Me encontré con mi jefe de frente en la recepción de la oficina, y severo me dijo – Señor Sepúlveda, ya es la duodécima vez que llega atrasado. Sus ojeras expelen y fermentan en alcohol. Esto no puede suceder en nuestra empresa. ¡Está despedido!- y yo le respondí un sonoro “¿Sabe qué? ¡Váyase a la chucha!” y baje caminando con un aire pseudo-victorioso hacia fuera de ese maldito y repugnante edificio. De solo recordarlo me produce nauseas. Entonces respiré profundo el aire contaminado de la metrópolis y pareció relajarme aquella carga excesiva de smog en mis pulmones. A pesar de que había llovido el día de ayer, el cielo no se había limpiado totalmente, de hecho se pensaba que iba a ocurrir una lluvia ácida. Habría experimentado una melancolía ácida.

En ese minuto me pregunté, ¿Qué hago ahora?, y decidí ir a refugiarme al café de un amigo al que estimo mucho. Se llama Carlos. Él tiene una obsesión gigante por el café, de hecho se nota hasta en su piel.

Entre al café, saqué un cuaderno que era propiedad de la empresa, en la que ya no trabajaba, por lo mismo no me iba a servir más, saqué un lápiz de mi bolso y comencé a escribir. Carlos se acercó y me dijo - ¡Buena perro! ¿Cómo ‘tamos? – y yo le dije en tono irónico que estaba luciendo una nueva moda, como podía notarlo. Él no me dijo más y trajo mi café favorito, el de vainilla. Mis bigotes quedaron impregnados del cuerpo espumoso de esa exquisitez, y mi pluma se cargó de cafeína y voló por el papel. Entonces yo escribía y entró una mujer que me parecía conocida. Pantalones rotos, pelo desgreñado, chaqueta de cuero y mirada desafiante. ¡Era ella! ¡La mujer ebria o comprensiva del bar!

Y en aquel momento la recordé en la mañana, con su rostro azufroso bajo mis sábanas, y con sus ropas atrevidas ordenadas sobre una silla. Como dije antes, no desperté hasta el asunto del auto, pues me levanté en una pesadilla real. ¡Maldición!, no podía ser tan mala mi suerte.

La salude agitando mi mano abierta desde lejos. Su sonrisa, sus ojos y sus manos arrugadas me respondieron y apretaron mis tripas, y pareció que por un segundo iba a hacer devolución del café a su taza. Aquella mujer que me seguía mirando con la misma mirada que con la que entró al café, podría perfectamente pasar por mi madre o mi abuela. No aguanté, me levanté y corrí de ese café hacia el metro, me baje en la estación más cercana a mi casa y volé hacia ella. Abrí la puerta de la reja, salte sobre la segunda, que da acceso a mi vivienda, y mis llaves cayeron al suelo y las tomó mi perro, al que golpeé enseguida para que las soltara; hoy no tenía paciencia para nadie. La abrí y desesperado fui al segundo piso y moví hacia un lado las cortinas y las ventanas de corredera de mi pieza para ventilarla y evacuar aquel aire bizarro. Llegué angustiado al baño y vomité. De pura rabia grite -¡Vieja de mierda! -, grito que percibió mi vecina y que pensó que iba dirigida a ella, pues estaba robándose las flores del jardín de mi madre. Ella me gritó desde afuera – ¡Quédate callado, pendejo insolente! -. Aquel sería un asunto para arreglar otro día.

Después de esto decidí tomar una siesta, tanto para conciliar el sueño como para relajarme. Desperté a las 8:30 PM, dormí 6 horas. No me costo quedarme dormido. Baje a prepararme una comida y aquí estoy, terminando de escribir mientras como un rico plato de fideos con salsa. Mañana será un nuevo día.

jueves, 1 de mayo de 2008

Estamos Muertos

Estamos muertos a cabalidad

¿Dónde quedamos?

Nuestras tumbas plasman
las palabras que nos dijimos
en las rosas y en los tulipanes
que el recuerdo arrojó
en nuestros lechos sempiternos.

¿Dónde se fueron los pétalos
que el viento nos robó?

Algunos de los míos
están guardados
en mis hojas,
que ni el otoño seca,
que ni mis lágrimas moja
y que ni el sol quema.

¿Algo nos resucitará?
¿Vivimos?

No lo sé,
quizás estoy muerto a cabalidad,
quizás me di un baño de tumba,
y me enterré bajo el cielo y la luna,
sobre el infierno y la faz de las penumbras.

¿Dónde quedé yo?

Yo me siento sobre mi lecho
y leo mis brazos,
y mis palmas,
y mis dedos,
y tienen plasmados los tuyos
y los siento.

Pero, ¿serán los tuyos?

Me bajé a mi tumba
y cavé en el cielo,
y enterré con premura
la carta falsa de los tiempos,
que eran bombas en mis sesos
y las crucifiqué en la cruz de mi tumba
y desperté con furia fuera de mi lecho

Pues ahora me pregunto:
¿De verdad lo habré hecho?

Yo ya solo fallezco
en la vagancia de mis miedos
y en la estolidez de mis obsesiones.

He acallado mi tiempo
y mis pretensiones,
culpando a las alucinaciones
que matan y despellejan
y escupen y entierran
a todas mis expresiones.

¿Qué haré?

Nada más que dejar de suicidarme

Que la primavera y el invierno
no me hagan fenecer
y me digan que mi tumba
me ocultará de la luz
por vidas enteras

Fusilaré al cementerio
y al sepulturero
y la vida eterna seremos todos.
















(Feliz día para todos los trabajadores
que la lucha de ellos florezca en rebeliones anti-sistemicas,
, que puedan derrocar al yugo que los oprime día a día
y echen abajo a los culos sodomitas de los gobernantes
hacia un abismo sempiterno,
para que podamos ser un poquito más felices
en este mundo medio revuelto )

Por Liniers

Por Liniers

Alberto Montt