domingo, 8 de junio de 2008

Credo del Ateo

Yo, como ateo, soy un depresivo y frustrado feliz, pues no digiero toda la verborrea inmisericorde de la obesidad de los monigotes conformistas y conciliadores que habitan en todas las cruci-ficciones dominicales y asesinatos de las conciencias desesperadas.

Yo estoy deprimido y estoy frustrado, pues veo que la elocuencia y benevolencia de sus frases y oraciones no hacen más que cavar las tumbas de nuestras cabezas para cubrirnos y no escuchar los gritos y no escuchar las lágrimas y los vómitos de nervio, y nos encarcelan en sus burbujas celestiales y en sus tronos utópicos llenos de diezmos que alimentan las mentiras de su cabeza.

Mi yo ateo, es un yo con sentido, pues sus lágrimas llueven en el mundo para libertarnos, para pintarnos de colores reales y terrenales e infinitos y superficiales, y también profundos, como el abismo galáctico que apresa a las mentes cegadas de su frustración y de sus problemas, que se desconectan de la tierra para flotar en la nube falaz de las ridiculeces máximas y de la tranquilidad narcótica de las infinitas cruces pegadas y colgadas que han de colgar sus cuellos a los cielos de las catedrales.

Mi sentido es la vida, la que toca, derrumba y mece nuestros pasos de tijera, que cortan los pulmones de la tierra y crean figuras con forma de eses tachadas verticalmente, que tachan al mundo, tachan la libertad, nos tachan, uno a uno, a medida que pasa un segundo por el empedrado en el que nos erigimos. Pero esperen, ya caerá el empedrado que nos sostiene y nos borraremos de los planes de la evolución dialéctica que se encuentran en los cuadernos dorados que redacta el tiempo.

A mi me dicen el supratachado, el ultradepresivo y el megafrustrado, mas no han visto las cruces que llueven sobre sus cabezas y sobre sus espaldas, y que cargan, cargando las caras de suicidio, las pistolas cargadas, los brazos cortados y las cabezas dislocadas.

Yo no confío en Dios, mas si en sus supuestas criaturas. Yo creo en el hombre y en sus creaciones. Creo en su facultad revolucionaria y modificadora, que puede hacer de una piedra una escultura altiva y un refugio magnánimo. Creo en su puño que labra y obra para hacer vida ,y en la unidad de cuerpos y corazones como la perfección única, la perfección indudable, como verdad absoluta, como cambio cualitativo de las conciencias y cuerpos a un estado supraconciente, suprapulsional, suprafálico, y suprasentimental.

Creo en los poderes humanos y su dualidad destructivo-creadora, en su Libertad, como base de la evolución dialéctica, como base sólida de que nuestras manos vuelen, caigan, luchen, construyan, demuelan, acaricien, y aprieten el gatillo para emanciparse de sus cadenas, de sus dioses tanto antropomórficos como metafísicos que reprimen y enjaulan las miradas, los amores, las marchas, y las misiones de los pájaros multicolores que quieren volar a la eternidad pre-mortem.

Finalmente, creo en mi, como ser frustrado que soy, como hombre, pero a la vez como ser armado de martillos y de fusiles, de hoces, de ideas y de voces forjadoras de proyectiles derrocadores de falacias. Por consiguiente creo en mi ateísmo como llave a las puertas desanimadas y pesimistas, para entrar a un mundo distinto, tangible, pragmático y terrenal que nos alimente de infraestructuras bondadosas, para crear así una magnasupraestructura llena de humanidad y de libertad y de amor y de verdad.


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Por Liniers

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Alberto Montt