martes, 15 de julio de 2008

Mi casa es una industria

Mi casa es una industria
de los humos que nacen
de las razones empotradas
en nuestros cuerpos.

Son humos caminantes y solidos
son antropohumos,
son nubes lógicas,
o locas
o divagantes
o hermosas
o utópicas
o simplemente no son
sino una leña
que cae en si mismo
corriendo
y se excita
e incita
a nuestros gases neuronales
a que se condensen
en las letras,
en los puños,
todos industriosos,
bajo la pugna
que ejerce la demanda
de la oferta
sobre nuestras espaldas
chuecas y malgastadas.

¡Qué grande y maldita la miseria
y mi casa es una industria!

¿Somos todos obreros
o es mucho el dioxido de carbono
y por ende cefalea?

¿Somos ladrillos, ajedrez,
legos, logos
bajo la cosmogonía del numo?

¡Qué pequeña y altiva
es nuestra chimenea
de cristal que brilla
cuando llueve el sudor
radiante en la tarde,
del esforzado martillón,
del duro maquinón,
esforzado y duro goterón
que muere en el crepúsculo,
y se despide
con una expresión gaseosa de factoria
que remese
con sus poderes fácticos
la factura de nuestros colores
que se van con cada martillada industriosa!

¡Mi casa es una industria
y hasta mi perro un proleta!
¡El patrón no esta en casa
si no en su sillón de primera!

Esta pequeña sede acéfala
y financiera
llora en sus paredes,
ferrosas y de tierra,
y también sobre el terruño
sus lágrimas sanguinolentas
para hacer desaparecer
en una plaqueta sólida
la cara de la chimenea
que nace del yugo
apático e invisible
de la balanza.

Lloran todas las casas
junto a la mía
y sus máquinas
el aceite de sus duros sacrificios
al llegar a sus refugios renovadores
cuando emerge de sus copas el humo,
humo casero,
humo de industria,
¡mi casa es una industria!,
y lamento este hecho,
simplemente,
humeando a la luna.

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Por Liniers

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Alberto Montt