Alguna vez la acaricié
y sentí que traspasar las murallas
no era imposible,
pues solo eran pequeñas lianas enruladas.
Alguna vez la acaricié,
cuando la luna nos miraba.
Pensé que los astros
se teñían pardo
y flotaban
a mi alrededor
y reían dulcemente
y yo junto a aquellos compases reía
y me daba el lujo
de admirar los cielos
cuando estaba atado
a los libros autoritarios.
Alguna vez la acaricié
y me encantaría tenerla
bajo las lunas verborreicas
que gritaron alguna vez
las melodías de los pétalos
solitarios y arraigados
a mi boca,
que la quiso acariciar sutil y largamente
cuando me llamaba a lo lejos mi sien.
Quizas la acaricié
y ojalá pueda navegar en su pequeña boca
despues de estos días de roca
que solo se embelesan con su voz
y los destempla y triza.
Solo con sus coros pequeños,
sus corillos,
sus pequeños coros,
esos infantes endulzados
que invocan mi norte,
mi norte gande,
que a veces creo mi dulce muerte,
pero a veces benevolente vida,
quizas la acaricié.
Ojalá la cubra algún día
con mis copas cálidas y cándidas
y yo más no sé,
quizas no la acaricié.
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