viernes, 15 de agosto de 2008

El Macrobus y la obra de arte

Era inevitable encontrar solución al conflicto que el destino me deparaba con fin. Eran caminos con entradas embadurnadas y con locos trepando sobre la niebla, y dejando libre dos troncos que nacían del suelo.

-¡Atención señoras y señoras, el siguiente acto es una muestra de arte! Necesito una voluntaria que me quiera hacer el amor.

Entonces una mujer con aspecto frígido y alienado le introdujo su pene al actor. Yo estaba entre pasmado y empapándome de un fuego que huele a fenecer.

-¡Ahora viene lo trascendente de mi acto! - dijo el actor.

Sacó de su bolsillo eterno dos tapas multicolor y las hizo bailar tap de una forma tan sicodélica que el sol me saludó con una sonrisa.

Me paré de mi asiento, levanté mis brazos, por sobre la gente y por sobre mis brazos, y corrí desde el chofer hasta el último pasajero. Le pregunté como se llamaba y me dio un cigarro. Creo que las letras se refractaron con los pelos de un calvo. Le di las gracias, encendí el cigarro con la cascada que caía de un vidrio y le quemé el pelo al calvo. Y al fin viajó correctamente el mensaje, del cual el último pasajero en un grito rimbombante hizo una réplica:

-¡Juan Perez!

Me dije ¡Mierda!, conocí a una leyenda, y entonces le compre al centímetro sexual las tapas taperas y le regale a Juan Perez un machitún y él riendo me regaló una sonrisa amplia como la del sol. Sucedió que mientras bailaban las tapas, se materializó Caupolicán. Empaló al actor que era español y se bajo en san Diego a comprar libros. Entonces me senté y Juan Perez corrió a mostrarme un comic parlante del argentino Liniers. En el cuadernillo aparece un personaje azul, rectangular y esponjoso que es el amigo imaginario de un niño, y se llama Olga.

Yo me impresioné y cerré los ojos, y apareció Olga sin Martincito, y por ello me di cuenta que solo la soledad suele crear solemnes entidades tan solitarias como aquella. Y me heché a llorar al ver a Juan Perez con la soledad genialmente personificada y al español empalado, pues era la mayor obra de arte presente despues de el acto de hacer el amor.

Y veía que el fin se acercaba, y le dije hola, lo amarré a un fierro y a posteriori me bajé de aquella máquina suprauniversal con aquella obra de arte magistral que bajo de los sueños y nos fuimos caminando, pues tenía que llegar a mi casa, me esperaba en pie una sopa mágica que quita el calor y el frío.

Olga llevaba al español en su espalda mientras conversábamos sobre bombas incendiarias y manifestaciones con Juan Perez. Él me manifestó que él era como el común de la gente, y que por lo mismo prefería no pronunciarse ante el tema político. Yo le dije que lo entendía y en un abrir y cerrar de ojos él tenía una molotov en la mano. La lanzó a un cuartel de carabineros y nos echamos a correr. Ahí comprendí que Juan Perez era un personaje fuera de lo común.

Eran las 3 de la mañana y recordé que tenia que llamar a una amiga venezolana. Me contestó, le dije: hola amiga, te mando por teléfono a Olga y una ola de abrazos, adiós. Nos despedimos de Olga y este hizo el viaje intergaláctico por el cable telefónico hasta llegar a la casa de mi amiga, y le dio todos los abrazos que le mandé. Ella metió a Olga en su piano y acto seguido sonrió igual que el sol y Juan Perez.

Ahora entre Juan Perez y yo llevábamos al español. No supimos que hacer con él. Llegamos a la sabia conclusión de que lo diéramos en adopción para que desapareciera el tronco en la ficha. Nos despedimos y seguimos.

Caminando nos encontramos con el fin o Fin. Nos reconciliamos y nos abrazamos. Fin era bombero. Nos contó que mientras estaba en el Macrobus, por la radio cantaba un centroamericano sandunguero una canción que decía " que vengan los bomberos que me quemo" o algo así, y él, alarmado, se soltó del fierro, corrió desesperado y vio que un cuartel de carabineros estaba en llamas.

Sin mas que hacer, se bajó los pantalones y comenzó a orinar y cuando ya su vejiga estaba vacía, se metió los dedos a la boca y vomitó litros y litros de agua. Para la felicidad de las autoridades pudo apagar el incendio, hecho que posteriormente le reconocieron con el apodo de "manguera humana".

Decidimos con Fin ir a dejar a Juan Perez a su casa, pero nos dijo que no nos preocuparamos, porque tenía que ir al baño. Entonces nos despedimos y seguimos caminando. Llegando a casa recordé que no tenía llaves, entonces me tomé la cabeza con las dos manos, enojado, cerré los ojos, empezé a correr, me tropecé y cai de bruces al suelo. Abrí los ojos y vi a la hormiga cabezona con mis llaves. Le dije gracias y me levanté.

Después me despedí de Fin, mi amigo, vecino, bombero y enajenado, y me pude ir a dormir tranquilo. Me alegró el hecho de solucionar este conflicto con Fin.


(visiten www.porliniers.com y entenderan muchas cosas)

3 comentarios:

panchu dijo...

oohh pato! a pesar de estar hablando contigo ahora por msn, debo comentar este genial relato aquí. Me encantó.. aksuhdaskdhasd
primero, porque amo a liniers y siempre me ha intrigado Olga y segundo tercero y cuarto porque ousdkajsbdasmdkhsdiasjknasbdvgiuxzojklnqdwsabgyzxuio ;)
yo se que tu me vas a entender.

Anónimo dijo...

la verdad es que me costo entender un poco este pequeño cuento, pero despues de leer a liniers, comprendi en quien te habias inspirado xD.
me gusto bastante, lo encuentro como entre simpatico y pensante, como que despues de leerlo quedas asi como... (...) antes de tomar alguna opinion xD.

nose como explicarlo... solo es bueno xD

te felicito cada vez me impresionas mas.

besos bye! tk!

Pablito is my name! dijo...

exelente!

Pocas veces se puede leer algo q te estimule tanto de y de tantas maneras la ideas ( sin algo de por medio xD) fue lo mejor!

salud por eso, esta buesimo!


xaos nos vemos, sigue por esta senda


Por Liniers

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Alberto Montt