miércoles, 20 de febrero de 2008

¡Despierta!

¡Despierta!
Pequeño peón
que alzas tu única arma
para no suicidarte,
sino que para matar
lo que siempre te acecha,
las serpientes
de los diferentes males,
que suelen inyectarte
la ponzoña que te corroe,
pequeño amigo

¡Despierta!
Pues han atado tu conciencia
a las raices gruesas de la hiedra
que nada sabe, ni nada hace,
mutilando así tus brazos y piernas,
transformandote en gastada piedra,
lítica inmovilidad antropomórfica,
con rostro y cuerpo mecánico
manejado con hilos
que hablan burdas palabras
en nombre del libre albedrío,
desteñidos permanentes de este ultimo,
pues ellas son solo verídicas
en las tierras de los nababes,
tierras que dan comida
regada con tu sudor,
hermoso hijo de la tierra,
solo a las bocas ya repletas,
dejando al gran ganado restante
con un vacío sempiterno
en sus barrigas raquíticas,
llenas de sangre
por los golpes incesantes
que los perros falderos
dan enajenados
al compás de la batuta
de los hilos que te mueven,
sacrificio hecho hombre
y hermoso hijo de la tierra.

¡Despierta!
Pues los dueños de tu cabeza
te han enlistado
en su ejercito de plumbicos guerreros
para luchar por el escudo
con forma de bolsillo tricolor
para llenarlo hasta saciar
y para poder regalar
a vuestra inocente barriga
un dulce lleno de miradas y sonrisas
que escriben pergaminos
con una tinta falaz
que venden las tuyas, soñadoras,
al vacío de los vacíos infinitos
para no poder alzarte más,
Pequeño plúmbico y terco mimo.

¡Despierta!
Pues tu voz solitaria,
al sonar en el mundo
provoca un vacío artificial,
obra de los lacayos de la oferta,
haciendote parecer como una lábil ramita
que es pisoteada por los oidos tapados,
llenos de cerumen verde,
que ha su vez ha tapado
las arterias de su corazón
y sus ojos calculadores,
cegandolos de su caminar,
de lo que este ha provocado
y de que a su vez cavan su propia tumba,
la tumba de las ramillas pisoteadas.

¡Despierta!
Y quema tu disfraz de rama en la hoguera,
alzando tu fuerza empuñada
en mil puños de tierra,
tierra de tu sangre
que ha sido derramada
por el egoismo itinerante
al ver el pequeño despertar
de las almas sometidas
a los grilletes del poder fáctico
de la ficción de la libertad

¡Despierta!
Hijo de la máquina,
Hijo del martillo,
Hijo de la pala,
Hijo de los sacos,
Hijos de la hoz,
Hijos de la luz.

¡Despierta y Escucha!
Pues tu canto en ellos es temor,
tu fuerza es su infierno,
tu puño es un fusil infinito
de voces omnipotentes
que derriban fronteras
y que te levantan
hacia la victoria,
la victoria de la emancipación,
pequeño amigo,
sacrificio hecho hombre,
hijo de la tierra,
plúmbico y terco mimo,
hijo de la luz,
hijo de la libertad.

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Por Liniers

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Alberto Montt