lunes, 1 de febrero de 2010

Para una crítica a la práctica comunista histórica


Por Patricio Rubio

La crítica a la praxis comunista histórica se torna un elemento necesario para ser abordado a la hora de hablar de una práctica política para la actualidad, en tanto experiencia embrionaria de la superación de la separación como fenómeno imperante en la sociedad capitalista. Y por su importancia, se ha decidido dar una serie de elementos a esta discusión. Por lo mismo, primero se caracterizará el origen de estos procesos con el fin de descartar una serie de elementos teóricos, que muchas veces han llevado a sesgos importantes en los análisis, para, a posteriori abordar críticamente los elementos económicos primero, y después los políticos de estos procesos históricos – y esto solo con el fin analítico de hacer más fácil la argumentación y la comprensión de esta – para terminar este apartado entonces con conclusiones que signifiquen proyecciones para una política revolucionaria de nuestros tiempos.

Enfocándonos ya en los procesos, podemos ver que, a grandes rasgos, el origen de estos, o radica en la agudización de las contradicciones nacionales ya existentes como consecuencia de crisis globales, como por ejemplo sucedió con la primera guerra mundial en el caso ruso; o radica en el hecho de que en los países en los que se desarrollaron estos procesos sufrían condiciones de dependencia, ya fuesen colonias o semi-colonias. Se debe, además, destacar un elemento bastante importante y que fue común en las revoluciones que se llevaron a cabo durante el Siglo XX, que es la centralidad que cumplió, además de la burocracia, la clase campesina, como herencia de la sociedad feudal. En este sentido cabe agregar que no por que existiera la clase campesina significaba que la sociedad se encontrase en el feudalismo. Afirmar esto sería entender al capitalismo no como un sistema mundial, sino como uno nacional, cuestión que invisibilizaría las relaciones de dependencia que existen entre los capitalismos dependientes –valga la redundancia- y los centrales, y por ende, al capitalismo en si.

Ahora, si bien es una obviedad, a estos contextos se dieron respuestas que se correspondían con sus especificidades. Con esto quiero evidenciar una serie de elementos, que muchos juicios que se han hecho no toman en cuenta: Primero, en estos no se siguen los mismos patrones que en el capitalismo liberal previo a la crisis del 29, por ende, es poco certero cuando se plantea que revoluciones como la rusa tuvieron un carácter burgués –en tanto desarrollaron una infraestructura capitalista posterior a una feudal-, como han hecho sectores de la izquierda comunista. Segundo, estos procesos no respondieron solamente a la mera voluntad de personajes, como muchas criticas anti-estalinistas tratan de retratar; ni, tercero, tampoco fueron una “desviación del marxismo”, como si este tuviese una forma dogmática definida (lo cual correspondería a un “idealismo”), invisibilizando esto el carácter dinámico de la teoría comunista en tanto dialéctica. Esto no significa a su vez que lo que hizo la burocracia como clase (carácter que se aclarará mas adelante) sea justificable, sino que fueron tanto los intereses de los integrantes de esta, como también las condiciones sociales, económicas y políticas de los contextos en los que se desarrollaron, los que permitieron que ocurrieran estos procesos.

Entonces, ya definidos, a grandes rasgos, los orígenes de estos procesos, nos adentraremos primero en los aspectos económicos de estos procesos. En relación a esto, sostengo que en lo económico estos movimientos tendientes a la revolución han devenido en una lógica común, que ha sido el Capitalismo Estatista.

Cabe agregar, antes de caracterizarla, que esta categoría no es nominalmente igual a la utilizada tradicionalmente por las corrientes de la izquierda comunista Capitalismo de Estado, por el hecho de que la considero poco certera, en tanto el capitalismo se ha desarrollado históricamente al alero del Estado Moderno, no pudiendo entenderse el primero sin el segundo, siendo el Capitalismo per se de Estado. Esto, si bien es una cuestión meramente nominal, se transforma en algo importante a la hora de intentar hacer un análisis certero.


Volviendo a la caracterización de este concepto, esta modalidad de capitalismo, en tanto capitalista, significa una nueva oposición en la lucha de clases, en la que se enfrentan una de las clases ya existentes en el capitalismo liberal, el proletariado, y otra, que va a ascender como consecuencia de los procesos revolucionarios al poder, la burocracia. Se hace necesario destacar el por qué esta se desarrolla como clase social y no como una casta política solamente (como lo plantean algunas corrientes marxistas, por ejemplo, fracciones del trotskismo). Esta se desarrolla como clase, en tanto se apropia de los productos de la división social del trabajo - es decir, la plusvalía – a través del control del Estado, y por ende cumple el rol de reemplazar a la burguesía en el proceso productivo, aunque no desenvolviéndose de la misma forma que esta, en tanto concentra el poder político. Tomando en cuenta esto, estos procesos “revolucionarios”, que tradicionalmente se les ha conocido como “socialismos reales”, no se han desarrollado sino como una modalidad capitalista, como un desarrollismo a ultranza, que ha puesto como elemento económico central de su proceso a la industrialización (por ejemplo, como sucedió en la URSS con los planes quinquenales). Para llevar a cabo esta industrialización, se consideró necesario fortalecer el Estado, tanto económica como políticamente, lo cual, en lo práctico, significó abandonar la dictadura del proletariado, en tanto apropiación por los trabajadores de los medios de producción y de los productos de su trabajo, y en tanto destrucción progresiva del Estado como herramienta de la clase burguesa, como estrategia necesaria para llegar al Comunismo. Tomando en cuenta los elementos vertidos, no podemos, en términos económicos, ya hablar de “Socialismo”, en tanto no se elimina la contradicción capital-trabajo, y por ende, la separación entre los productores y los medios de producción, y el trabajo asalariado. En este sentido, estos procesos revolucionarios no desarrollan un carácter comunista, sino un carácter capitalista burócrata-industrializante, es decir Capitalista Estatista, por el hecho de que se fortalece al Estado –y por ende a la burocracia- como acumulador de capital.

Cabe agregar a esto, dos elementos que no deben ser obviados: Primero, que en periodos cortos de tiempo durante estos procesos sí se dieron situaciones en las que existió la colectivización y la socialización de la economía, procesos que fueron detenidos por su posterior burocratización, tanto económica como política. Y segundo, cuando se habla de Capitalismo Estatista, no se intenta pasar por alto ni el desarrollo de las fuerzas productivas ni el mejoramiento objetivo de las condiciones sociales de vida, sino que simplemente se intenta mostrar que no existió el socialismo como tal.

En relación a lo supraestructural, podemos distinguir una serie de elementos criticables: el carácter espectacular de la burocracia – es decir, cuestiones como la apropiación totalitaria de la representación negativa del proletariado y de la cualidad de lo revolucionario, las formas partidarias centralistas pedagógicas en las que se desarrolló, su carácter de vedette y la noción de vanguardia- y la extrapolación ideológica de la táctica y estrategia rusa a través de la Komintern.

Previo a definir los rasgos del carácter espectaculista del Capitalismo Estatista, se hace necesario aclarar la noción de espectáculo, para así comprender lo expuesto posteriormente. El espectáculo como consecuencia histórica de la acumulación del capital -y por lo mismo, del trabajo separado-, es la materialización de la ideología, la cual, siendo servil a la reproducción de este sistema económico social, se desarrolla como falsa conciencia, en tanto lo que esta refleja –lo aparente-, no tiene correlato con lo existente; es la apariencia dominando la vida. <> (Debord).

La militancia tradicional del marxismo, sobre todo la leninista, que en el caso soviético se desarrolló como dueña de los productos de la división social del trabajo –por ende como una clase burocrática-, se desarrolló como dueña de la representación negativa del proletariado y de la cualidad de lo revolucionario. Lo primero significó enajenar al proletariado, durante estos procesos, a través de estructuras burocráticas (entiéndase esto como sindicatos, partidos, Estado y aparatos ideológicos de este), en términos teóricos y discursivos, cualquier posibilidad de surgimiento de una conciencia revolucionaria en la clase, y a la vez de la potencialidad revolucionaria de esta auto-conciencia en términos prácticos. En este sentido se redujo la capacidad negativa del proletariado a las manos de la vanguardia, es decir, a la burocracia. Esta clase hizo al proletariado renunciar su poder que radico en consejos obreros, apropiándoselo así las distintas estructuras burocráticas. Ya estando la burocracia en el poder, se autoproclamó “dueña de la verdad científica”, al punto de denominar a personas que se opusieron a las perspectivas hegemónicas, aunque estuviesen en pro de los intereses del proletariado, como “social-fascistas”, “ultra-izquierdistas”, “infantiles”, y un sinfín de referencias, así como también en muchos otros casos se llegó al punto de asesinar a estos opositores, lo cual demuestra que esta apropiación no fue solamente una cuestión ideológica sino que se manifestó en lo práctico. Cada uno de los elementos descritos, no hicieron sino fortalecer y reproducir el poder burocrático.

En tanto dueña de la representación negativa del proletariado, y por ende, de la cualidad de lo revolucionario, la burocracia, a través de las cúpulas de sus estructuras partidarias, crearon hegemonía con formas de conciencia estática, es decir dogmas, y en base a estos -que en muchos casos se desarrollaron como dictámenes de la voluntad de “dirigentes”- se creo el juicio de lo revolucionario, contrarrevolucionario, reformista, anti-comunista, reaccionario y un sinfín de adjetivos que se han utilizado históricamente al alero del viejo movimiento obrero, tomando así esta minoría el rol de pedagogos dentro de esta estructura de dominación política, la cual se organizó de forma centralizada, respondiendo las bases de forma directa a los mandatos de las cúpulas de los partidos encarnadas en la figura del comité central, logrando dominarlas de forma efectiva a través de valores como la disciplina y la obediencia, como también a través de comités que cumplían el rol judicial de evaluar el “comportamiento militante”, siendo esto justificado por el mero hecho de que esta cúpula cumplía el rol de ser “la vanguardia de la clase trabajadora”. Es por todo lo anterior que me referiré a esta estructura como centralista pedagógica.

En relación a la vanguardia, la noción de esta no cumple sino el rol idealista dentro de la falsa dicotomía espontaneidad-organización, en tanto se considera como sinónimo de esta última, siendo esta la que logra inyectar la conciencia de lo revolucionario, y por ende del como se debe o no llevar un proceso que pueda significar la superación de la estructura de clase. En este sentido, la vanguardia, como fruto de la división social del trabajo, no tiene otro fin que seguir reproduciendo la dicotomía teoría-práctica (en la cual cumple el rol del intelecto) y la política separada, transformándose entonces en el embrión de la clase burocrática.

También la burocracia en muchos casos se desarrolló como vedette: el “espíritu” de la revolución burocrática encarnada en algunas personalidades, como Stalin, Mao, Fidel Castro y Guevara por ejemplo, cumplió el rol ideológico de mostrarse -de forma aparente-, como la representación absoluta de los intereses de la clase trabajadora (cuestión que sigue en algunos casos hasta el día de hoy), sirviendo esto para legitimar la dominación burocrática del Capitalismo Estatista. Cabe destacar que las vedettes de esta modalidad capitalista fueron aprovechadas por el mercado mundial para su beneficio, siendo el caso más notorio de todos ellos el de Guevara, siendo el significado de su imagen desviado a tal punto que ha sido mostrado como un icono de la legalización de la marihuana.

Por último, otro elemento a criticar es la extrapolación de la táctica rusa a través de la Komintern a todos los Partidos Comunistas del mundo, pasando por alto las especificidades de cada país y las diferencias entre estos, lo cual en la práctica significó por ejemplo llevar las políticas que se aplicaron en un capitalismo atrasado (el oportunismo parlamentario, los discursos liberales, etc.) a capitalismos más desarrollados, llevando a las masas insertas en los aparatos burocráticos de los Partidos Comunistas a aventuras políticas inútiles, que terminaron en la absorción de las masas por el Estado de Bienestar, restando cualquier posibilidad revolucionaria, como por ejemplo sucedió con el Mayo Francés del ’68, en el que el PCF no cumplió ningún rol radical, sino justamente lo contrario. En resumen, <> (Pannekoek). En este sentido se replica el hecho de que el capitalismo puede solo ser destruido por la clase proletaria autoconciente de su rol en la sociedad capitalista (o por el bloque de las clases dominadas) y no por una burocracia que concentre el poder estatal, la cual supuestamente estaría “en pro de los intereses proletarios”.

Es en base a esta crítica que se pueden deducir una serie de elementos que pueden ser útiles para nuestros tiempos.

En lo teórico, se hace una necesidad urgente el ser más certero en relación a los juicios sobre procesos históricos y a las categorías que se utilizan. También se debe tener cuidado de no caer en la psicologización de los procesos sociales, así como también de no caer en la dogmatización de la teoría critica marxista y fetichizarla.

En lo práctico, necesitamos socialización de los medios de producción, y ya no capitalismos estatistas para superar la sociedad de clases. Por lo mismo se necesita eliminar la separación entre productores y medios de producción, así como también al Estado, en tanto parte de las herramientas de dominación de todas las modalidades capitalistas que han existido.

Así también se debe tomar en cuenta que, reproducir la política vanguardista no es sino reproducir la política separada, crear el germen de la dominación burocrática, seguir creando una política espectaculista. Por lo mismo, desde esta perspectiva se consideraría prudente no reproducir esta política espectacular, es decir, la organización jerárquica del centralismo pedagógico.

Además, en relación al punto de vista vanguardista, se hace necesario develar que primero, es posible que la clase trabajadora tome conciencia de si misma (o sea que tome conciencia del rol que cumple en el proceso productivo, así como también de su potencial político), por ende, que tenga la capacidad de auto-organizarse en base este conocimiento. Esta conciencia solo se puede desarrollar a través de la lucha de clases, es decir, tanto dentro del campo político como económico. En este sentido, la cuestión de la espontaneidad y la organización se transforma en una falsa dicotomía en tanto la autoconciencia puede de por si producir la organización y no mera espontaneidad, eliminando así la política separada.[1]

En lo programático, se debe intentar evidenciar, por una cuestión de ser certero a la hora de fijar una praxis colectiva, las especificidades de cada sector geográfico en el que se lleven acciones políticas para no cometer errores como los de la Komintern.

Y por último, ya es necesario renunciar a la política separada, dejar de transformarnos en los campeones de la democracia burguesa y en los defensores de los valores republicanos.

Ahora son los trabajadores los que se deben empoderar de su trabajo, de los productos de él y de los medios de producción, son ellos los únicos que pueden superar el sistema capitalista…la burocracia ya no puede ser revolucionaria, ahora es el tiempo de la clase proletaria.

¡Socialismo o aburrimiento y barbarie!



[1] Algo que es necesario aclarar en lo anterior es el hecho de que no se trata de argumentar a favor de una influencia solamente estructural, sino que negar el hecho de que la “toma de conciencia” dependa de una “iluminación” intelectual, y por lo mismo, se pretende negar la psicologización de procesos que son sociales. O sea, mi intención es afirmar que la autoconciencia de clase es tanto un constructo volitivo, como también dependiente del contexto en el que se desarrolla.

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