Refuto la fusta
con los mil caballos
que cabalgan
sobre las barreras carcelarias.
Equinos cortando el aire
con las plumas que traspasan
muros, alturas, gritos, esposas, matrimonios;
Cabellos maltratados,
heridas de guerra.
Alzamos nuestra naturaleza,
imagen romántica de la inexistencia de las monturas,
para desenmascararnos de aquellos dolores de columnas,
cruces obesas,
somos libres.
Somos lo que no quieres,
árbol podrido,
rosal sin rozas,
espino espinoso,
dolores y camisas de fuerza.
Yo la uso con gusto,
pero la locura no alcanza para una prenda.
Vuelan las tintas,
riéndose de tu prepotencia ignorante,
jinete del Leviatán,
caerás a los pies de tus carruajes
y descubrirás que el polvo
es algo inherente a tus dientes de oro.
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